Nombrado obispo de París en 1160, Maurice de Sully decidió dotar a la capital de una catedral digna de la primera ciudad de Francia. Quiso que se construyera en el estilo de la época, el que hoy llamamos gótico. El rey Luis VII, su compañero de promoción, apoyó el proyecto. La Iglesia, los notables de la ciudad y toda la población participaron: unos ofrecieron dinero, otros su mano de obra y su saber hacer. La construcción comenzó en 1163, pero Notre-Dame no se terminó hasta algo más de 100 años después, en 1272. Desde su construcción, la catedral ha sido uno de los grandes símbolos de París y de Francia.