Desde 1900, el Grand Palais se concibió como un edificio polivalente. Más allá de su vocación de palacio de bellas artes, el edificio de cristal y piedra, gracias a sus numerosas exposiciones y eventos, fue el espejo de su siglo: un siglo aventurero, pionero y audaz, en el que lo más futurista de la imaginación humana se plasmó por primera vez en automóviles, aviones y radios. Cuna de la innovación, en perpetuo movimiento, siempre a la vanguardia, el Grand Palais albergó los inventos más modernos de su tiempo, y evocar los salones que conformaron sus horas de gloria es como hojear el gran libro del siglo XX.