En París, el amor siempre está en el aire. No es raro ver a enamorados abrazados a orillas de los muelles, novios inmortalizando su unión cerca de la Torre Eiffel y otras románticas escenas de la vida cotidiana parisina. Hay que decir que la capital tiene una reputación tenaz en este terreno: la de ser la ciudad del amor. Pero, ¿por qué se considera a París una ciudad romántica?
Algunas de las respuestas se encuentran en las artes. París fue un imán para los artistas y fue uno de los grandes centros del estilo romántico, una vibrante corriente de emoción en la que puede sumergirse visitando el Museo de la Vida Romántica. Tanto en la ficción como en la realidad, la Ciudad de la Luz también ha inspirado romances.
Heloise y Abelardo, los Romeo y Julieta parisinos, Lucile y Camille Desmoulins, Camille Claudel y Auguste Rodin o Jean Marais y Jean Cocteau, la historia de la capital entrelaza la de parejas míticas que dejaron huella en su época. En la literatura, París también ha sido escenario de historias de amor que ya son leyenda. Ejemplos de ello son Notre-Dame de París, de Victor Hugo, que logró salvar la famosa catedral, y El Fantasma de la Ópera, de Gastón Leroux, hoy inseparable del Palacio Garnier.
En cuanto al séptimo arte, el cine también ha hecho brillar a la capital. Con Le Fabuleux Destin d'Amélie Poulain, Minuit à Paris, À Bout de Souffle y un sinfín de comedias románticas en las que París se evoca como un sueño para enamorados, la Ciudad de la Luz difícilmente podía escapar a esta tierna reputación.
Tampoco hay que olvidar que los propios parisinos y turistas han hecho de París la capital del amor. Hubo un tiempo en que el Jardín de las Tullerías era un lugar ideal para el libertinaje, mientras que en el Puente de las Artes era costumbre colgar un candado con las iniciales para simbolizar la fuerza de la pareja, tradición que llegó a su fin cuando el puente amenazó con derrumbarse bajo el peso de estas muestras de amor. Sin olvidar el ambiente romántico y pintoresco de Montmartre, donde se encuentra el Mur des Je t' aime y el Passe-Muraille, escultura homenaje a Marcel Aymé y a su cuento homónimo en el que el amor vuelve a ser el protagonista. Como puede ver, en París el romanticismo está presente en casi todas las esquinas.