Después de subir a los pies (¡o a la cima!) de la Torre Eiffel, ¿por qué no dar un paseo por el Puente de Iena, a pocos metros de la Dama de Hierro de París?
El Puente de Iena, que une la Torre Eiffel con el Trocadero, fue construido a instancias de Napoleón Bonaparte entre 1808 y 1814. El Emperador, que acababa de ganar la batalla de I ena a Prusia dos años antes, quiso grabar el acontecimiento en la piedra y en la memoria parisina. Al ingeniero Corneille Lamandé se le ocurrió la idea de un puente de cinco arcos, de 140 metros de largo y decorado conáguilas imperiales.
Pero sólo un año después de la inauguración del Puente de Iena, a la caída del Primer Imperio, París fue invadida por las tropas prusianas, y un viejo conocido de Napoleón Bonaparte estaba decidido a no dejarlo allí... El general Blücher, gran perdedor de la batalla de Iena, quiso destruir el puente como represalia. Luis XVIII se opuso y se limitó a cambiar el nombre del Puente de Iena por el de Puente de la Escuela Militar y a suprimir las águilas imperiales de las enjutas.
Bajo Luis Felipe, el puente recuperó su nombre original y, bajo el Segundo Imperio, volvió a adornarse con águilas imperiales esculpidas por Jean-François Mouret y cuatro estatuas que aún pueden verse hoy en día: un jinete galo, un jinete romano, un jinete griego y un jinete árabe.
Al estar situado en el centro geográfico de las Ferias Mundiales, el Puente de Iena se amplió a lo largo de los años, alcanzando su anchura actual de 35 metros en 1937.
Declarado monumento histórico en 1975, el Puente de Iena no ha perdido nada de su antiguo esplendor.