Apresurados, impacientes, un poco gruñones: los parisinos no han cambiado en siglos. Si hoy les oímos corear "¡No vamos a esperar ciento siete años!" para expresar su fastidio, esta frase tiene sus raíces en un episodio tan histórico como polvoriento: la construcción de Notre-Dame de París.
Flashback a 1163: se coloca la primera piedra y la catedral comienza a levantarse... lentamente. Muy lentamente. El edificio tardaría casi dos siglos en alcanzar su esplendor, un maratón plagado de escollos: desafíos arquitectónicos, conflictos políticos, problemas financieros, cambios de jefes de obra, etc. Sin embargo, los famosos 107 años en el centro de la expresión se refieren a las principales fases de las obras terminadas en 1270, dejando ya a los habitantes al borde del abismo.
Frente a décadas de martillazos y polvo, el lamento de los parisinos, hartos de esta obra interminable, dio lugar a esta frase punzante: "¡No vamos a esperar 107 años!", un grito colectivo salido del corazón que se ha convertido en emblema de laimpaciencia francesa.
Así que los parisinos esperaron. Durante mucho tiempo. Pero admitámoslo, el esplendor de Notre-Dame bien merece unos cuantos siglos de paciencia... ¡incluso para los que tienen prisa!