Restaurante le 85 en Enghien-les-Bains: una escapada gastronómica que recupera la tradición

En la región parisina, la localidad de Enghien-les-Bains es conocida por albergar el único balneario de la región de Île-de-France, en el corazón del Grand Hôtel. Este destino de bienestar también cuenta con una pepita de oro gastronómica, el Restaurante 85, que luce un elegante decorado contemporáneo que incorpora guiños a estilos decorativos que se han distinguido en la historia de Francia. El ventanal da a un frondoso jardín y, cuando hace buen tiempo, puede disfrutar de su comida en la terraza con vistas a este entorno natural. El restaurante cuenta con un equipo amable, dinámico y servicial, que contribuye a hacer de este destino un remanso de relajación.

Es aquí donde descubrimos la cocina de la chef Priscilla Lacour, cuya firma consiste en ofrecer platos gastronómicos que rinden homenaje a los buenos productos, modernizando al mismo tiempo lo tradicional con platos creativos y aderezos refinados, con guiños ocasionales a nuestro terruño. Tanto el almuerzo como la cena están disponibles al mismo precio: 35 euros por un menú de entrante/principio o plato principal/postre, 45 euros por un menú de entrante/principio/postre.

Como introducción a esta pausa gastronómica, nos enamoramos de una velouté fría de guisantes y verbena que cubre una elegante crema de hierbas en un giro de hojaldre. Como guiño al lugar, no pudimos resistirnos al cóctel Ciel Bleu d'Enghien, creado por el director del restaurante y compuesto por ginebra, curaçao, lima y schweppes de cítricos: la combinación es refrescante y las notas ácidas y herbáceas se hacen eco del entorno verde que domina nuestra mesa, mientras que el azul del cóctel es un guiño a la reputación de la ciudad.

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Como plato principal, lomo de abadejo con costra de almendra, un generoso pecado gourmet que aquí se acompaña de hinojo estofado, también trabajado en una mousseline muy cremosa y ligera que rompe cualquier prejuicio que algunos puedan tener sobre este producto. Sorprendentemente, también hay un toque de bullabesa en el pescado de carne blanca, que está cocinado a la perfección.

Por último, de postre, el bavarois de vainilla fromage blanc era justo el dulce que buscábamos para redondear la comida, a la vez que ligero y fresco, con sus fresas y sus toques de albahaca. El postre no es muy dulce, y también es una elección natural. Toda la comida fue equilibrada, y nos fuimos con la sensación de haber saciado nuestra apetito, al tiempo que habíamos tenido el placer de redescubrir sabores olvidados y guiños a especialidades que son el orgullo del terruño francés.