Bar-Restaurante Manigua, bistronomía a la cubana en el distrito 9 de París

El sabor del espíritu cubano nos espera en el distrito 9 de París. A dos pasos de la estación de metro Saint-Georges, el restaurante Manigua tiene mucho para sorprender a los gourmets con su cocina creativa. Esta espaciosa direccióncuenta con una larga terraza, una zona de restaurante y un misterioso bar con aire de ahumadero vintage. Tres salas, tres ambientes, por así decirlo, con un hilo conductor: la inventiva exótica que caracteriza al restaurante.

Si tuviéramos que describir el menú en pocas palabras, diríamos que es gastronomía mundial a través del prisma de los sabores cubanos, con giros ingeniosos. Por ejemplo, hay paella con una guarnición que cambia cada día, incluyendo confit de pato, un mouse de cordero confitado al vino tinto servido con polenta de maíz, o brandada fría de pulpo con patatas fritas dulces.

El restaurante está abierto todo el día, desde por la mañana, con un abundante menú de desayuno a 10 €, hasta por la noche, con cócteles creativos y tapas. En general, el restaurante ofrece una buena relación calidad -precio, con entrantes a 12 €, platos principales a 24 €, postres a 10 € y menús de mediodía a 21 € para un entrante/principal o plato principal/postre y 29 € para toda la comida.

Como entrantes (tenga en cuenta que las fotos muestran un formato más pequeño para la degustación), nos encantaron las gyozas de pollo crujiente con un coulis agridulce de pimienta y jengibre, los raviolis de calabacín que rodean una carne de ternera desmenuzada que se funde, todo ello descansando sobre un sabroso coulis de guindilla verde, No hay que perderse los buñuelos de malanga, un tubérculo parecido a la mandioca con sabor a nuez, con bacalao y acompañados de un coulis de gambas, una versión reinventada del accras que no le falta picante. Mención aparte merece el refrescante ceviche de dorada en leche de coco, con sus cebollas rojas, granos de maíz, aguacate cremoso y chips de plátano verde, que lo convierten en un plato tan delicioso como tentador.

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Esta inventiva se extiende también a los platos. Por un lado, tenemos el muslo de pato confitado con guayaba, cuya fruta consigue suavizar el fuerte sabor de la carne, equilibrando el plato a la vez que nos ofrece una experiencia gustativa inusual que acaba siendo una agradable sorpresa. Un reconfortante gratinado de boniato al horno completa el cuadro.

Si tienes piernas marineras, puede que te tiente el lomo de bacalao, ¡y acertarás! Descubrirá un pescado magistralmente cocinado, acompañado de una bearnesa de lima, que a su vez aporta un poco de picante al plato, un puré de malanga (muy interesante si realmente quiere descubrir su sabor) y ostras en tempura de cerveza que, para nuestra gran sorpresa, no desvirtuó el sabor del marisco, que sigue siendo jugoso. Para los puristas de la ostra tal cual, es una degustación que merece un tenedor: algunos incluso podrían quitarse de encima sus ideas preconcebidas.

Si aún le queda sitio para el postre (y si es así, ¡me quito el sombrero!), esta es otra oportunidad de encontrar algunos giros dulces, incluida una tarta tatin en la que la manzana se cambia por papaya, con un coulis de caramelo y helado de vainilla para una combinación que pronto derretirá a los golosos.

Para un final más "ligero" de la degustación, el plátano macho frito en vainilla y azúcar moreno y flambeado en ron pondrá el broche gourmet a esta sorprendente comida. Una dirección sabrosa para quienes estén dispuestos a dejarse llevar por el descubrimiento y descubrir combinaciones atrevidas.