En París, los gourmets no dejan de buscar tesoros de barrio, pepitas escondidas en el laberinto de las calles parisinas que guardan grandes sorpresas y grandes favoritos. Si es usted fan de esas buenas direcciones donde el secreto se transmite de boca en boca, es hora de que abandonemos el secretismo y le llevemos a conocer Cellar, una pequeña pepita de barrio con una gastronomía de primer nivel.
Aquí es como estar en casa. En un ambiente luminoso y moderno, descubrirá las piezas de un rompecabezas que forman las entrañables personalidades que dan vida a este restaurante. Al fondo, se vislumbran los fogones donde Geoffrey, el chef y propietario del local, que dirige en tándem con su esposa Almira, hace malabarismos tras los fogones para desvelar platos refinados compuestos con un fuerte deseo de compartir. Esta autenticidad es tan evidente que el espíritu de convivencia se contagia de mesa en mesa hasta el punto de romper el hielo entre desconocidos.
Este restaurante, que sólo abre por la noche los días laborables y para comer y cenar los fines de semana, es también una oda al amor por la cocina francesa y la cultura japonesa. Describir la cocina del Cellar como fusión no sería del todo correcto: de hecho, se trata más bien de un toque japonés que realza la cocina blanquiazul. Todos los días, Geoffrey hace la compra, y es a partir de productos frescos y siguiendo su inspiración como nos presenta un menú evolutivo. No es de extrañar que el menú sólo esté disponible en la pizarra: ¡es difícil entrar en Cellar sin ver un cambio en los platos!
Es una dirección para entusiastas que invita a la curiosidad y que debería gustar especialmente a los amantes de los platos dulces y salados, así como a los gourmets en busca del famoso umami. Los clásicos no tienen nada de básicos, y es Geoffrey quien transmite su personalidad en sus recetas, fruto sin duda de una gran atención al detalle.
Para empezar, haygambas salteadas en satay, una salsa de cacahuetes muy utilizada en el sudeste asiático, que Geoffrey ha condimentado con un toque de combava. Los cítricos añaden una nota refrescante encantadora, y no dejaremos ni una miga de este plato... ¡como haremos con los siguientes!
En el menú de ese día había un plato de vieiras muy frescas, picadas y servidas con una salsa ponzu, hecha con una salsa de soja avinagrada, bastante dulce, y aromatizada con yuzu. La cocción de este marisco es bastante delicada, y ésta es una prueba decisiva en la que destacan los buenos restaurantes. En este caso, el reto se supera con brillantez: las vieiras tienen una textura sedosa que se deshace en la boca. Las vieiras tienen una textura sedosa y fundente y combinan a la perfección con las virutas de bonito seco, que cobran vida bajo el efecto del calor, al tiempo que añaden un toque de carácter con potentes notas de yodo que despiertan las papilas gustativas. El plato se acompaña de berenjena estofada confitada con miso y mirin, que refuerza el sabor dulce-salado y ayuda a equilibrar el conjunto del plato.
Nuestra curiosidad también nos llevó a probar el Katsudon, el famoso cerdo empanado japonés que se puede encontrar en una versión más bistronómica en el restaurante Cellar. Pero puristas, no esperen el plato tradicional, sino una variante a la francesa. Geoffrey cambia el lomo por una parte más noble, el filet mignon, y el empanado es una mezcla de pan rallado y panko. En esta ocasión, se trata de un gran clásico de la gastronomía japonesa revisitado bajo el prisma del savoir-faire francés, en una revisitación más "elevada", hasta en la preparación. Para acompañar los platos, le recomendamos que se deje guiar por el equipo de la Bodega, que podrá ofrecerle no sólo una selección de buenos vinos, sino también sake para aquellos que deseen aventurarse en combinaciones más desconocidas para el paladar parisino.
A la hora del postre, dos imperdibles se disputan el protagonismo. Para los más golosos, recomendamos el brioche perdue de la casa, un pecado mignon que conquistará a los aficionados al brunch. Tiene una textura que es a la vez suave y sólida para proporcionar suficiente masticabilidad, a la vez que queda bien empapado para darnos ese lado jugoso y delicioso al comerlo.
Por otro lado, si eres menos aficionado a las cosas dulces, pero aún así quieres terminar tu comida con una nota dulce, entonces te aconsejamos que pruebes el gofre de azúcar negro con helado de té verde. Lo que nos gusta de este postre es que no es demasiado pesado, pero sigue siendo delicioso. El gofre no está endulzado, es bastante fino y está cubierto de azúcar negro caramelizado, que le aporta un toque tostado y crujiente. El dulzor procede del refrescante helado casero de té verde, cuyo amargor se compensa con el azúcar necesario para elaborar esta delicia escarchada.
Como decíamos antes, Cellar es una pequeña pepita en el barrio con una gastronomía de primera. Pero ojo, esta dirección se llena rápido, así que si quiere descubrirla, ¡le recomendamos encarecidamente que reserve con antelación! Por último, pero no por ello menos importante, el restaurante dispone de una segunda sala en las bodegas abovedadas del sótano, que puede utilizarse de forma privada, y que también permite al restaurante atender a grupos grandes.
Ubicación
Restaurante Bodega
9 Rue de Crussol
75011 Paris 11
Acceda a
Metro Oberkampf (líneas 5 y 9) o Filles du Calvaire (línea 8)
Tarifas
Dessert : €7
Entrées : €12 - €16
Plats : €20 - €28
Página Instagram
@restaurantcellar