Cheval Blanc Paris cuenta ya con varios restaurantes: Plénitude, el restaurante con tres estrellas, Tout Paris, la brasserie con unas vistas impresionantes, Langosteria para los amantes de la cocina italiana y, más recientemente, Hakuba Paris, el restaurante japonés. Situado en la planta baja del hotel, Hakuba ha ocupado el lugar de la antigua casa de té y bar Limbar, transformada en un santuario dedicado a la cocina japonesa.
El decorado, diseñado por Peter Marino, combina materiales nobles como el nogal negro, sutiles efectos luminosos y elementos simbólicos que recuerdan al bosque japonés. Esta decoración pura y natural es una invitación a la relajación. Al llegar, 3 islas se revelan ante nosotros como mostradores capullo, cada uno oficiado por un chef. El chef, Takuya Watanabe, aporta su experiencia a las 3 zonas. Con pocos asientos y un servicio meticuloso, se sentirá como pez pequeño en el agua.
Takuya Watanabe, ya famoso por su sushiya estrellada Jin Paris, se ha asociado con Arnaud Donckele para crear un auténtico diálogo entre sus dos mundos. Juntos orquestan menús omakase, en los que cada plato encarna un momento de poesía y rigor. Como recordatorio, el omakase es una experiencia gastronómica japonesa única que encarna plenamente el espíritu de confianza entre chef y comensal.
En japonés, "omakase" significa literalmente"te lo dejo a ti", lo que refleja la total libertad que se da al chef para componer un menú degustación a medida. Cada comida es una sorpresa, cuidadosamente elaborada en función de las limitaciones del cliente, los productos de temporada y la inspiración del chef. Este concepto, profundamente arraigado en la tradición culinaria japonesa, es un auténtico viaje sensorial en el que cada plato sigue siendo un misterio hasta su presentación. Si le gusta lo inesperado, le encantará ser sorprendido y domado.
La precisión láser del chef Takuya y su equipo, sobre todo al cortar el pescado y dominar el shari (arroz avinagrado), es fascinante. Como si de un espectáculo se tratara, uno queda cautivado por las diferentes preparaciones que le van sirviendo a medida que va degustando. Cada ingrediente, cuidadosamente seleccionado, cuenta una historia: pescados de las mejores costas europeas y condimentos excepcionales como el vinagre de la cervecería Iio Jozo.
La carta se compone de platos de autor que son todos guiños a la cultura japonesa. Comenzamos con un caldo yodado acompañado de una mermelada de algas nori, seguido de una serie de sushi y sashimi, como el saba (caballa joven) servido con una gelatina de tosazu o el espectacular Akami (atún rojo). El dominio de sabores y texturas nos conquistó por completo, con cada pieza diseñada para ofrecer una armonía perfecta entre el pescado y el arroz.
Hablando de arroz, nos sentimos transportados por su textura y sabor. Cada grano, perfectamente aderezado con un vinagre de arroz casero, destaca en boca por su perfecta consistencia. Para ello, el chef utilizaAkitacomachi, un grano originario de Atika, cultivado en España en el extremo sur de Cataluña, un arroz que se beneficia del agua del Ebro en los Pirineos, que recuerda al agua japonesa.
Sorprendente e inusual, nos encantó el sushi de kaki-ostras y su potente yodo. Latortilla Tamago, sazonada con anchoas y frita con láser, es increíblemente delicada. El salmonete japonés a la brasa es tan bello como explosivo en el paladar, y el temaki de caviar es una auténtica maravilla.
Qué mejor manera de terminar que con los postres de Maxime Frédéric. El pastelero sublima los sabores japoneses revisitando clásicos como el mochi helado. Durante nuestra visita, nos deleitó con su versión japonesa del arroz con leche con pétalos de arroz crujientes.
Para acompañar esta experiencia gastronómica, el sumiller Emmanuel Cadieu ofrece una fina selección de sakés y vinos, perfectamente maridados con los platos. El viaje sensorial se completa y realza con la atención a los detalles, hasta en la vajilla, con cubiertos fabricados por artesanos de Kioto y Fukuoka.
En resumen, como puede ver, nos conquistó por completo. Como se puede imaginar, esta mesa hay que merecerla y está en la gama alta de precios. Dicho esto, es una experiencia que merece la pena, para ofrecer como regalo o para regalarse un momento excepcional. Los menús Omakase, disponibles para el almuerzo y la cena, cuestan entre 180 y 420 euros, con platos exclusivos como el caviar Temaki.
¿Listo para viajar y dejarse sorprender?
Ubicación
Cheval Blanc París
8 Quai du Louvre
75001 Paris 1
Acceda a
M°1 - Louvre-Rivoli
Tarifas
Menus : €180 - €420
Sitio web oficial
www.chevalblanc.com